A medida que el mundo progresa y evoluciona hay más rechazo hacia aquello que perjudica y genera grandes daños al medio ambiente, por ende, tanto los consumidores, como las empresas, demandan el desarrollo de proyectos, productos y servicios más sostenibles. La rentabilidad de los negocios sostenibles ha tenido tanta acogida, que el comercio no sostenible y perjudicial para el planeta está cada vez más cerca de la extinción.
Hoy en día, inversionistas de todo el mundo le apuestan mucho más a comprometer su capital en empresas sostenibles, pues, además de mejorar su rentabilidad, también mejoran su reputación. Según un estudio de M-Risk, la reputación empresarial ocupa el primer lugar en el podio de los activos intangibles más importantes de una empresa, y se refleja en el valor que adquiere la marca en su interacción con sus grupos de interés (stakeholders).
Pero no todo es color de rosa, pues con la llegada de esta gran y fundamental apuesta a lo sostenible, llegó también el greenwashing, un concepto utilizado para determinar las malas prácticas que algunas empresas realizan al presentar una propuesta o producto como “sostenible” o “respetuoso con el medio ambiente”, cuando en realidad no lo es. Es de vital importancia aprender a diferenciar el verdadero esfuerzo y compromiso de una empresa por lograr una rentabilidad sostenible, del engaño de otras al emplear el greenwashing.
Con ánimos de evitar caer en las trampas del greenwashing, el CFI (Corporate Finance Institute), estableció los siete pecados del greenwashing:
- El pecado de la compensación oculta: Cuestiones medioambientales en las que se hace hincapié a expensas de otra cuestión potencialmente más preocupante. Por ejemplo, la recogida de papel no es necesariamente respetuosa con el medio ambiente porque proceda de un bosque explotado de forma sostenible.
- El pecado de no probar: Declaraciones medioambientales que no están respaldadas por pruebas objetivas o por una certificación de terceros.
- El pecado de la vaguedad: Las afirmaciones sobre el medio ambiente que carecen de detalles y se consideran sin sentido.
- El pecado de adorar falsas etiquetas: Crear certificaciones o etiquetas falsas para engañar a los consumidores.
- El pecado de la irrelevancia: Se hace hincapié en cuestiones medioambientales no relacionadas.
- El pecado del menor de los males: Declaraciones medioambientales en productos que, para empezar, no tienen ningún beneficio medioambiental.
- El pecado de la mentira: Afirmaciones sobre el medio ambiente que son descaradamente falsas. Por ejemplo, decir que un auto diésel no emite dióxido de carbono al aire.
En Creci, conocemos la importancia de la autenticidad y la honestidad cuando se habla de lo sostenible, es por esta razón que, en nuestro modelo de selección de clientes, identificamos empresas realmente sostenibles y, con el propósito de ayudarlas a impulsarse y crecer, les brindamos nuestro apoyo a través de créditos, consultoría de impacto y herramientas para que cada una pueda hacer seguimiento de sus resultados de impacto.